miércoles, 20 de mayo de 2009

Editorial El Nacional: 20/05/2009 Eclipse democrático


Primero van los negocios.

Eclipse democrático.

Hubo una época en América Latina que se consagró por la validez de los principios, por la proclamación de los derechos humanos como gran desiderátum de nuestros países, por la libertad y la democracia. Casi todos los pueblos de la región habían salido de las terribles experiencias de las dictaduras, y por consiguiente, en los diálogos, y sobre todo en las declaraciones conjuntas suscritas por los jefes de Estado, era frecuente que se reiterara el respaldo a esos principios.

Ahora, la situación es completamente diferente. Las declaraciones presidenciales han echado a un lado esos compromisos. Nada de respaldo a la democracia, al pluralismo, a los derechos humanos. La democracia entró en un cierto eclipse, como si sólo los negocios dominaran las inquietudes de la mayoría de países. El asunto puede obedecer a la circunstancia de que quizás haya jefes de Estado que se incomodan por estas menciones. La cuestión está llamando la atención, porque existen gobiernos a los que, en "nombre del bienestar de los pueblos o de los intereses revolucionarios", toda invocación a la democracia parece perturbarlos.

Estas tendencias corren parejas con el desconocimiento de los organismos multilaterales, considerados hasta etapas recientes como los grandes foros donde los países podían expresarse entre iguales. De modo que las naciones en desarrollo tenían allá las mejores posibilidades para exponer sus puntos de vista y abogar por sus intereses. La ONU fue uno de los grandes pasos de la comunidad internacional. Lo mismo podría decirse de los otros, la OEA, por ejemplo.

Este organismo hemisférico es objeto de críticas severas por parte de los propios Estados o de sus portavoces como si fueran entes abstractos, desvinculados de sus miembros. Algo más perverso ocurre. Veamos: si uno de estos organismos, en ejercicio de las facultades que les han otorgado los propios Estados, formula observaciones o críticas a procedimientos o prácticas de sus gobiernos, pues arde Troya.

No sólo caen sobre ellos rayos y centellas, sino que sobre la marcha viene la amenaza de abandonarlos. Estos organismos son creación y delegación de los Estados y por eso funcionan.

De modo que debería ser otra la actitud hacia ellos, y no sentirse ofendidos cada vez que se formula una observación y se hacen reparos o advertencias para que las cosas se corrijan.

Pensamos que está llegando el tiempo de que nos planteemos el problema con entera franqueza. O estos organismos se respetan y se les presta atención, y no se les considera enemigos cada vez que cumplen con sus funciones, o simplemente se declara su inutilidad. No es una coincidencia que la democracia, los derechos humanos, y asuntos de esta naturaleza hayan dejando de ser mencionados en las declaraciones conjuntas de los jefes de Estado.

En América Latina están predominando, evidentemente, tendencias que no son positivas para nuestros pueblos. La democracia entra en una especie de eclipse, no hay otra palabra. El pragmatismo todo lo devora.

Tomado de Noticiero Digital



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