Editorial El Nacional.
La oveja roja rojita.
El amor y el interés.
Con razón se dice que los políticos son capaces de cualquier sacrificio con tal de lograr sus propósitos. Incluso transformarse de lobo en oveja y viceversa. Para constatar que del dicho al hecho hay poco trecho, basta con observar la transformación sufrida por el Presidente de la República, quien ha pasado de ser la espada en llamas de la revolución bolivariana a un nuevo personaje, apacible y justo, suerte de Gandhi tropical, a quien la violencia le produce urticaria en todo el cuerpo.
Resulta que ahora al jefe del Estado le preocupa el odio y la violencia que él ha sembrado, con paciencia y salivita, en el alma de los venezolanos, día tras día, semana tras semana, año tras año, sin sufrir el más mínimo retortijón ético, moral o constitucional, sin que le den temblores en las manos o pesadillas en las noches, sin que tenga miedo a apagar la luz en su cuarto o pagar un vigilante para que ningún malandro se meta donde vive.
¿Qué sabe el Presidente de las consecuencias devastadoras de la violencia diaria que sufrimos todos los venezolanos? ¿Sabe acaso que la gente en los barrios vive presa en sus casas bajo un virtual toque de queda luego de las seis de la tarde? ¿Sabe, luego de diez años de Gobierno, que el taxista que regresa a su casa a las nueve de la noche no sabe si será asesinado para despojarlo de lo que ganó en su trajinar diario? ¿Sabe acaso que los mesoneros y asistentes de cocina que vuelven a su hogar en la madrugada son emboscados por bandas juveniles que nadie reprime? El Presidente, en un olvido cínico electoral, parece no enterarse de los 35 motorizados que han sido asesinados, desde que comenzó el año 2009, para despojarlos de sus motos, sus instrumentos de trabajo que, como todo el mundo sabe, facilitan innumerables transportes de documentos, transacciones comerciales y de personas que exigen un medio rápido y eficaz para moverse en el endiablado y abrumador tránsito de las ciudades, con Caracas en primer lugar. Son trabajadores informales que el Gobierno cuantifica como un logro en sus cifras de desempleo, pero que carecen no sólo del derecho al seguro social, sino que no tienen algo fundamental: el derecho a la vida ante las arremetidas de la delincuencia y la reivindicación de su trabajo urbano.
El Gobierno prefiere dedicar su atención a los motorizados de los grupos anárquicos que dicen defender la revolución bolivariana pero que, en el fondo, sólo actúan en beneficio propio. Para ellos su forma de supervivencia es muy sencilla: gritan "Viva Chávez y la revolución bolivariana" y a partir de allí entra un río de dinero, de protección policial y de complicidad con ex gobernadores, ex alcaldes y políticos pesuvecos.
Estos avalan los "actos heroicos" cometidos contra civiles indefensos. ¡Qué belleza y qué heroísmo al lanzar ataques contra gente desarmada! ¿Esos son los héroes de la revolución bolivariana? Todo es, en verdad, una gran comedia cuya producción se genera y financia en Miraflores.
Tomado de Noticiero Digital
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