miércoles, 31 de marzo de 2010

Charito Rojas: "Fuera los Pilatos"

"¡La Iglesia de hoy no necesita 'cristianos a tiempo parcial', sino cristianos de una pieza!". Su Santidad Juan Pablo II (1920-2005) Papa de la Iglesia Católica.

Esta Semana Santa llega en el momento más delicado que ha tenido la Iglesia Católica desde que el Papa Pío XII fuera acusado de colaboracionismo con los nazis y los fascistas, acusación que ha sido solventada por el Vaticano con documentos en mano que demuestran la fina diplomacia de aquel Papa que supo preservar a la Iglesia en medio de una Guerra Mundial, haciendo buena la frase del doctor franciscano San Buenaventura, quien afirmó que "los caminos de Dios son inescrutables".

Estremecida por una cadena de denuncias de pedofilia, en las que estan involucrados obispos, sacerdote y hasta el mismo hermano del Papa Benedicto XVI, la Iglesia Católica ha optado por abrir sus puertas a las averiguaciones de autoridades locales y someter a juicio civil a quienes estén acusados de tal delito, así como solicitar la renuncia a obispos que se encuentren acusados. Actitud por demás justiciera y valiente la que ha adoptado el Papa, quien ha visto su salud seriamente quebrantada por esta oleada escandalosa. Algunos hasta se han atrevido a solicitar la renuncia papal, figura contemplada en el Derecho Canónico, cuyas únicas condiciones para que sea válida es que se haga libremente y que sea debidamente publicada. El Colegio Cardenalicio, como órgano supremo electoral, la recibiría y procedería a su aceptación, ya que no está contemplado un posible rechazo a la renuncia.

Una sola renuncia

Pero ningún Papa ha renunciado al cargo en los tiempos modernos. Sin embargo, referiremos un curioso hecho que sucedió el año pasado, después del terremoto en la región de L'Aquila, en Italia. Benedicto XVI honró, colocando el solio papal sobre el féretro con los restos mortales del Papa Celestino V, rescatados de la Basílica de Collemaggio que se vino abajo durante el sismo del 6 de abril. Celestino V, fallecido en 1296, monje benedictino, tras cinco meses como pontífice renunció voluntariamente y posteriormente falleció encarcelado por su sucesor, el Papa Bonifacio VIII.

¿Qué tiene de especial este papa? En la historia de la Iglesia tiene una controvertida carga simbólica: es el único pontífice que ha renunciado al cargo, angustiado por la responsabilidad y espantado de las confabulaciones curiales y políticas. Es el gran precedente de un Papa que dimite y en ese momento los medios italianos establecieron paralelismos entre estos dos Papas: ambos aceptaron el cargo por responsabilidad, sucedieron a grandes Papas y se ven agobiados a una edad avanzada por problemas de orden más que terrenal. Pero la renuncia de Celestino V, fue tomada por muchos como una traición a la Iglesia. El gran Dante Alighieri lo menciona como "Aquel que por vileza cometió el gran rechazo", mientras que el poeta Petrarca lo defiende como alguien "libre que no aceptaba imposiciones". Pero la historia lo sepultó como una leyenda negra, hasta que en 1966 el Papa Montini, Paulo VI, hizo una visita al castillo Fumone, donde murió encarcelado Celestino V, rehabilitándolo de alguna manera, pero también desatando nuevamente especulaciones acerca de una posible renuncia papal. Sus historiadores reseñan que Paulo VI fue un Papa especialmente abrumado por el peso de la tiara de sucesor de San Pedro e incluso, escribió una carta de renuncia para ser abierta sólo si perdía sus facultades.

De su caso y de Celestino V se volvió a hablar en los últimos años de Juan Pablo II, a la vista de sus problemas de salud. El propio Wojtyla pensó en la dimisión, pero decidió llevar su Papado hasta el final, convirtiéndose en un ejemplo heroico de fe y amor a Dios y a su Iglesia en la tierra.

El Papa 265

Benedicto XVI es el Papa número 265 después de San Pedro. Lleva sobre sus hombros no sólo la sucesión de un Papa ya llamado "El Grande", que va camino a la santidad, sino el peso de una Iglesia reflejo de todos los conflictos de estos tiempos modernos plagados de aberraciones e inhumanidad. Quienes esperaban que el temperamento alemán del Cardenal Ratzinger lo llevara a ser un Papa duro, de palabra prolija o carente de carisma, han recibido la sorpresa de un Pontífice desbordante de amor y de humanidad, un Papa que con la dulce sonrisa de un abuelo, pone las cosas en el mismo lugar donde las dejó establecidas Jesús para sus seguidores. La modernidad de Juan Pablo II, un Papa de un extraordinario carisma, un político nato, un diplomático de alto vuelo, jamás varió los conceptos eclesiásticos acerca de los temas más escabrosos del siglo: el aborto, la unión de homosexuales, el celibato de los sacerdotes. El Papa Ratzinger ha seguido el mismo camino, desde un punto fundamentalmente teológico pero absolutamente firme en la defensa de los planteamientos que garantizan la vida humana, la unión de las parejas y de las familias y la consagración del celibato como un servicio a Dios. Temas que los profanos entienden poco y combaten pero que los católicos de convicción comprenden y razonan como únicas vías para una sociedad sana y un ministerio sacerdotal puro.

La verdadera Iglesia

La Iglesia Católica está siendo duramente atacada por estos deleznables casos de pedofilia, pero no hay que olvidar que la Iglesia tiene más de dos mil años, es la más antigua, el tronco matriz de la cual se han separado otras Iglesias. Además, saquen esta cuenta: es la única Iglesia fundada por Dios en persona, a través de su hijo Jesucristo. Yo no sólo creo en esta verdad sino que también creo en la eternidad de la Iglesia Católica, como cuerpo orgánico de esa fe en Dios. ¿Cuantas veces la Iglesia Católica ha tenido malos Papas? Pues unos cuantos Papas han sido de temer, malos cristianos, tan dañinos como su poder. Y eso no ha destruido a la Iglesia. Es más, ¿cuantos católicos han sido malos reyes, malos presidentes, malos ciudadanos, malas personas? Ellos han sido el contraste entre lo bueno y lo malo, la eterna historia de la humanidad donde indefectiblemente la demostración de lo malo que es el mal (perdonen la redundancia) hace que triunfe el bien.

Tenemos a la mano unos cuantos ejemplos de lo que les digo: Hitler era católico; Mussolini pertenecía a la Acción Católica; Fidel Castro estudió con los jesuitas; Daniel Ortega, Evo Morales y Hugo Chávez se dicen católicos. Hay otros, que sin pasar a la vida pública, hacen mucho daño al prójimo, proclamándose católicos: los corruptos que roban dineros públicos que deberían destinarse a mitigar la pobreza; los políticos que mienten para obtener favores y votos; los esposos adúlteros, los padres irresponsables, los especuladores, los delincuentes. Bautizados en la Iglesia Católica, con Primera Comunión y matrimonios eclesiásticos y son grandes infractores de la ley de Dios, traidores a su fe y a su Iglesia.

La primera piedra

Muchos hoy quieren hacer leña de la Iglesia Católica, otros quieren que el Papa renuncie como si fuera el culpable de los delitos ajenos. A ellos hay que recordarles que dentro de la Iglesia Católica los malos sacerdotes y las malas monjas son la excepción y no la regla. A ellos hay que decirles que en los países más pobres como la India y en el Africa, hay misioneros religiosos y laicos, sacrificando sus vidas para llevar la luz de la fe, para humanizar en medio de la miseria, para tender esa mano caritativa como lo hizo la Madre Teresa de Calcuta, que veía a Dios en cada uno de los indigentes que recogía de la calle. A esos que hoy critican a la Iglesia Católica les pregunto a cuantos ha enseñado el Evangelio, cuantos niños ha educado, cuantas almas ha rescatado y llenado de esperanzas, cuantas acciones hermosas a favor de la humanidad ha realizado.

Para decir una palabra contra una Iglesia que tiene dos mil años evangelizando, educando a niños y jóvenes, ayudando a los necesitados, realizando cruzadas mundiales contra el hambre, inmolándose en nombre de Dios y a favor de la Humanidad, les recuerdo lo que dijo Jesús, doctor como el que más en derechos y leyes: "el que esté libre de culpas que lance la primera piedra".

Tremenda Iglesia

Igual que sus antecesores, Su Santidad Benedicto XVI sabrá siempre marcar el camino de la luz divina, la senda de la corrección, para supervivencia de esta Iglesia, a la cual me siento orgullosa de pertenecer. Es la Iglesia venezolana ejemplo digno de hombres y mujeres que defienden las libertades, que protegen los derechos humanos, que luchan valientemente por los preceptos de la convivencia y la paz. Me siento orgullosa de una Conferencia Episcopal cuyos pronunciamientos son un dechado de justicia y amor a Venezuela; del Cardenal Jorge Urosa, firme en su posición de rechazar cualquier violación a los derechos humanos y cualquier tipo de violencia, de intolerancia, de exclusión o discriminación; de los Obispos como Reinaldo Del Prette, siempre con la verdad por delante en defensa de los derechos de los valencianos; de Monseñor Roberto Löckert, un guerrero que no se amilana ante las amenazas; de Monseñor Baltasar Porras, firme como el acero en medio de las borrascas; de Monseñor Roberto Sipols, encaramado en un camión misionero, metido en los barrios de Valencia bautizando y sembrando núcleos católicos. Me siento orgullosa de pertenecer a esta Iglesia con dos mil años de una historia ligada a hombres y mujeres santas, que han hecho la diferencia entre la luz y la oscuridad. Si hemos sobrevivido a todos los Judas, Pilatos y malos cristianos que han plagado durante siglos el cuerpo eclesial, podremos sobrevivir a un escándalo que sin duda alguna la justicia terrenal resolverá.

Les deseo una Semana Santa cargada de reflexiones, que la placidez del Espíritu los colme y que todas las bendiciones caigan sobre nuestro país y nuestras familias, gracias al poder de la oración. Que Dios les Bendiga.

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1 comentario:

José Andrés Bravo Henríquez dijo...

Ciertamente Carlos Mario, esta ha sidouna de las mejores reflexiones que he leido. Como estudioso del Misterio de la Iglesia (Eclesiólogo) lo tendré como un aporte valioso. Dios bendiga a Benedicto XVI y a toda nuestra Iglesia. Muchos pretenden ser Iglesia y lo son, pero quieren ser santa con Ella, mas no pecadora. Cuando a la Iglesia les hacen aparecer su rostro pecador, se convierten en sus jueces condenandora.
Andrés Bravo