jueves, 11 de marzo de 2010

El Nacional, editorial 11/03/2010 "Pollos volando"

Y la comida escaseando

Pollos volando


Al Gobierno no le quedó más remedio que decretar un aumento de varios productos de la cesta regulada, rompiendo con su política de estricto control de precios para evitar, según ellos, la especulación por parte de los productores, comerciantes mayoristas y minoristas. Pero los venezolanos saben que los argumentos oficialistas sobre el acaparamiento y la especulación no tienen base en la realidad y sólo obedecen a una campaña de desprestigio contra los sectores agropecuarios y las redes de comercialización privadas.

Incluso si fueran verdad al menos 10% de las denuncias oficialistas, en nada perjudicarían a los compradores porque su efecto sobre los precios generales del mercado no sería significativo.

Imaginemos que el dueño de un expendio de alimentos decide ocultar un lote de azúcar con el fin de venderlo a un precio superior. ¿Cuántos kilos de azúcar puede colocar entre sus clientes? Nada que pueda modificar rotundamente la tabla de precio de ese producto a escala nacional.

Lo que sí modifica el precio del kilo de azúcar es la capacidad de mantener bien abastecido el mercado para satisfacer la demanda en un momento dado. Pero si el Gobierno se dedica a ocupar las tierras destinadas al cultivo de la caña, si se intervienen los centrales azucareros, si se cierran las cadenas de supermercados que hacen llegar al público el producto, entonces es lógico que los precios tiendan a subir, no por la especulación, sino por la mano metiche del Estado que coloca obstáculo donde no los hay.

De manera que cuando el genio del vicepresidente Jaua se obsesiona con tomar tierras y allanar depósitos de procesadoras de alimentos no hace otra cosa que provocar escasez y aupar la especulación.

Como lo sabe la gente de a pie, esa especulación se hace presente no en los supermercados y abastos que tanto odian los bolivarianos, sino en las calles y aceras de Caracas y de las otras capitales del país donde los buhoneros (que presuntamente se nutren de Mercal) ofrecen los productos que no están en los estantes de las cadenas de comercialización, a un precio que triplica el decretado por el Gobierno.

Ocurre lo mismo con el pollo y el arroz, dos renglones básicos en la mesa de los venezolanos. Por una parte, hay que decir que acaparar pollos no es un buen negocio porque la fecha de empaque conspira contra cualquier comerciante que los esconde para agenciarse una ganancia extra. Lo lógico y lo sabio, es salir de ese inventario perecedero a la brevedad posible porque, casualmente, el precio del pollo no admite grandes márgenes de ganancia en el producto (aún especulando) si no se logra colocar en el supermercado lo suficientemente rápido para evitar su deterioro.

Con el arroz sucede algo similar. Hay que decirle a Jaua y a sus colaboradores que los únicos inventarios que pueden mantenerse eternamente son los de las ferreterías. Pero, del resto, la ganancia comercial está en vender lo más rápido posible.

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