lunes, 27 de julio de 2009

Editorial El Nacional 27/07/2009 Revolución con droga

A pesar de que los venezolanos han insistido hasta el cansancio para que el Presidente de la República y sus militares de confianza establezcan las distancias prudentes y necesarias con las narcoguerrillas de las FARC, esta petición no ha sido cumplida hasta hoy. Si bien el Gobierno nacional ha declarado que no interviene en los asuntos internos de Colombia, no menos cierto es que a cada momento la prensa colombiana y la europea publican una serie de testimonios que dan fe de lo contrario, es decir, que demuestran la existencia de "relaciones peligrosas" con la gente del sanguinario Mono Jojoy.

A los venezolanos nos preocupa muchísimo que estas relaciones peligrosas sigan existiendo de manera clandestina porque ello constituye un signo de desmoralización en la Fuerza Armada, cuyo papel fundamental en esas zonas es combatir cualquier peligro que se cierna sobre los ciudadanos que viven en los estados vecinos a Colombia. Pero si desde las alturas del poder le dan instrucciones para que cierren los ojos o volteen para otro lado cuando pasa por allí la narcoguerrilla, entonces estamos fritos y a la intemperie.

Son innumerables los mensajes que se cruzan por Internet y relatan los errores y desaciertos que ocurren en la frontera al momento de apresar y combatir a las guerrillas de las FARC. Es imposible calibrar acertadamente la veracidad de estos mensajes, pero cuando se habla con los trabajadores, los funcionarios, los campesinos, los comerciantes y transportistas, los hacendados y los empresarios que viven en esas zonas, se termina por dar crédito a muchas de esas informaciones.

Si se emprende una investigación de los reportajes publicados por la prensa nacional e internacional sobre las facilidades que tienen las FARC para operar, transitar y aposentarse en campamentos en las zonas de la frontera venezolana, se puede observar que hay un grado de complicidad manifiesta entre ciertas autoridades oficiales y los integrantes de la narcoguerrilla.

Y esto es grave no sólo por razones de soberanía sino también por la inseguridad y la descomposición social que trae el comercio y el consumo de la droga entre los jóvenes venezolanos.

Una de las causas fundamentales de la violencia en los barrios y en las calles de las ciudades principales del país es el tráfico de drogas.

De manera que resulta muy difícil comprender por qué, desde un sector del Gobierno, se insiste en calificar de revolucionarios a quienes desde hace ya bastante tiempo dejaron atrás sus ideales socialistas y comunistas. Hoy son simples mercenarios que protegen minuto a minuto a los mercaderes de la droga en Colombia. Esa es la triste realidad.

Ayer, el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, se quejó con toda razón de aquellos países que permiten, a sabiendas, el comercio de armas hacia las guerrillas de las FARC, ya que por una parte vulneran la soberanía colombiana y, por la otra, actúan como cómplices del narcotráfico y el terrorismo, que son delitos internacionales. ¡Ay Venezuela!

Tomado de Noticiero Digital

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