“Bienaventurados ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo” Mt. 5, 11-12
Joseito, coño! Que regalo te han hecho faltando pocos días para tu cumpleaños!
Todavía recuerdo tu primer día en el Centro Vocacional de 1º de Mayo. Llegaste con una maleta mas grande que tú, y nos tocó a Hermes y a mí arrastrarla como mejor pudimos hasta los dormitorios. Desde ese casual momento hasta el sol de hoy nuestra amistad ha ido creciendo, haciéndose fuerte, tomando cuerpo como el buen vino porque a ambos no se nos ha olvidado que primero somos sacerdotes y compartimos el Orden de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote; ni aún las diferencias políticas que pudimos tener amilanaron, como malamente le pasó a las dos mitades de Venezuela, el que pudiéramos llamarnos “hermano” el uno al otro. María y José Ramón me llamaban “hijo” y me daban la bendición; Charito siempre ha sido mas especial conmigo que contigo, de eso no hay dudas, y sus hijos, tus sobrinos Dieguito y María V. me llaman con familiar cariño “Tío Necho” (nombre que me regaló Neil y por venir de quien vino, pues con mas orgullo lo llevo). Por eso, aún cuando distanciados por el Puente, no deja de dolerme a mí también los destrozos que crápulas del oficialismo le hicieron al Templo de la Guadalupe. Si algo hay que reconocer es que ni los jesuitas con Belandria a la cabeza, ni Severeyn (pa’lo que duró), ni el nuncio de Anacoco ni Andrés se preocuparon tanto por ennoblecer el templo, hacerlo agradable a los fieles, hacerlo más íntimo, como casa de oración y lugar especial para el encuentro con Cristo que es, que lo que has hecho tú. Tal vez por eso la caterva de malvivientes pensó en golpearte donde mas te duele, destrozar el templo, que es tu obra.
Esos ignorantes queriendo hacerte daño a ti se lo hicieron a toda una feligresía que cobija a chavistas y opositores por igual. Pensando que te hacían pagar por tu frontal careo con el chavismo, son ellos quienes tendrán que pagar, en el juicio divino la mancilla y la deshonra que le causaron al lugar del culto de una enorme comunidad católica. Destrozando los vitrales del oratorio impidieron, momentáneamente el encuentro fervoroso de los fieles con Jesús Sacramentado, y por cierto que me dolió especialmente a mí, porque la última vez que estuve en ese recinto fue para despedirme de José Ramón que, ornado con el uniforme de los Servidores de María, se fue a comer chivito con Mamá Débora y a cargar las procesiones del cielo.
Me duele ver también como un cierto sector de la oposición todavía no te perdona el que al inicio hayas sido cercano al pseudo dictador. Hasta hirientes comentarios en ciertas páginas de opinión hicieron, como si te merecieras lo que pasó. Es gente incapaz de perdonar, incapaz de amar, y nada distinta a los que pretenden adversar… “caimanes del mismo caño” para usar un refrán que viene ad hoc.
Pero el católico de a pie, el que vende el cafecito en la mañana, los niños que fueron al campamento misionero en Mérida, el ama de casa que aparta su tiempo de oficios domésticos para asistir a misa, las viejas rosario en mano, los niños del catecismo junto con los catequistas, el coro parroquial, el obrero que después de la dura faena tiene tiempo para hablar con Dios, los jóvenes que hacen vida activa en la parroquia, los enfermos que reciben tus cuidados, tu oración y los santos sacramentos y quienes te queremos no podemos sino condolernos por lo que estás (estamos) pasando hoy. Para nosotros no hay ni odios ni diferencias políticas, tú eres el Padre José Palmar, y punto; lo demás pasa por debajo de la mesa.
Recibe el consuelo de la Palabra de Dios con la que abrí este escrito, junto con mis oraciones por tu tranquilidad personal, tu paz en el alma.
Dios y la Virgen te bendigan.
Un abrazo hermano
Carlos Mario
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