jueves, 23 de abril de 2009

Editorial El Nacional 23/04/2009

Una opción ingrata.

Rosales a lo lejos.

El alcalde de Maracaibo, Manuel Rosales, optó por abandonar el país y refugiarse en la muy antigua y humanitaria institución del asilo político. No es un hecho para celebrar, porque sus implicaciones para el Estado de Derecho y el juego democrático en Venezuela son graves. Quizás devastadoras, desde el punto de vista de la seguridad jurídica a la que todos aspiramos en nuestra propia tierra.

El asilo de Rosales será analizado mundialmente, porque se trata de un caso muy especial. Intentarlo en el país nos remite a examinar los antecedentes que tuvieron como desenlace este lamentable episodio. Los abogados del alcalde Rosales disponen de un vasto y pormenorizado archivo sobre los procesos electorales, en particular el último que lo condujo al triunfo el 23 de noviembre de 2008. En testimonios audiovisuales y escritos abundan las amenazas de Chávez, quien fue su rival por la Presidencia de la República.

Tanto en el proceso que desembocó en las elecciones de gobernadores y alcaldes, como en el periodo posterior, el presidente Chávez lo amenazó, de manera cobarde, con enviarlo a la cárcel antes de que se hubieran formalizado procesos judiciales contra él. Esta amenaza reiterada perturbó desde el inicio cualquier recurso legal. Era, en verdad, una "promesa" electoral que Chávez se dispuso a cumplir.

Al abrirse el juicio a Rosales, nadie se sorprendió. La subordinación de los poderes judicial y legislativo, arrodillados ante el atropello militar, hizo que la mayoría de los diputados oficialistas suplantaran a los organismos de investigación: todo se conformó para que el juicio le diera vida a una vulgar retaliación política.

Como si fuera poco, ocurrió una filtración a la prensa que desnudó el destino que esperaba a Rosales: se conoció tres días antes el texto de la decisión judicial que confirmaba la condena al alcalde de Maracaibo. Y es que así, a las sombras, actúa el cinismo en los tribunales bolivarianos.

Estas maniobras llevaron al alcalde a abandonar el país y buscar asilo en Perú, con el argumento comprobado de que no existe seguridad jurídica en Venezuela. Para un dirigente político de la jerarquía de Manuel Rosales (alcalde elegido con alta votación, dirigente respetado y querido, jefe de un partido político nacional, Un Nuevo Tiempo), la opción de escoger el asilo ha sido la más ingrata de todas.

Según trascendió, Rosales ponderó todas las alternativas y midió los costos de ponerse a derecho ante tribunales comprados de antemano. Sabía que correría la misma suerte de los comisarios Vivas, Forero y Simonovis y demás funcionarios de la PM, condenados injustamente a la pena máxima de 30 años.

Las amenazas no cesan contra el alcalde: la batería comunicacional del oficialismo le dicta sentencia no a Rosales, sino a los maracuchos y a los zulianos que lo han apoyado. Quieren humillar a una tierra que reclama dignidad. Chávez odia al Zulia y quiere que incline la cabeza ante Caracas. Los llama traidores y separatistas. ¿Por qué tanto odio?

Tomado de Noticiero Digital




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