“Hay un ordenado y planificado ataque contra la Iglesia”. Quien esto afirma no es un cardenal, sino el socialista Francisco Vázquez, ex alcalde de La Coruña y embajador de España en el Vaticano. En una tertulia de RNE el Jueves Santo, Vázquez apostillaba que ese ataque “reflexionado y perfectamente coordinado contra la Iglesia desde distintos sectores del pensamiento” no es una cuestión política: “Es esa tergiversación y manipulación constante que se hace de la figura del Papa actual, que es un Papa intelectual, en la que se interpreta lo que él dice de forma torticera. Es esa idea de reducir al ámbito de lo privado lo que es una manifestación pública del individuo y de la sociedad, como es el aspecto religioso”.
Para dar la razón a Vázquez, bastarían tres recientes botones de muestra: el revuelo en torno al levantamiento de la excomunión a los obispos tradicionalistas (incluido Williamson, que había negado las cámaras de gas); el comentario sobre los preservativos durante el viaje a África; o la afirmación de que el Vaticano vetaba a Caroline Kennedy como embajadora, desmentida por la Santa Sede. De las meteduras de pata, presuntas o reales, todo el mundo se entera. Y cuando ya se ha criticado de sobra a la Iglesia, pocos llegan a saber la explicación o en su caso rectificación del asunto. ¿Casualidad?
Relaciones públicas
Algunos consideran que el tratamiento negativo de la Iglesia católica por los medios lo provoca una escasa atención hacia ellos, o por lo menos escasa preparación de los eclesiásticos en estas materias. El propio Benedicto XVI reconocía, el 10 de marzo, en la carta a los obispos en la que explicaba por qué levantó la excomunión a los lefebvrianos, “que seguir con atención las noticias accesibles por internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema”.
En esa línea van las consideraciones del que, hasta 2006 y durante 13 años, fue director de la Oficina de Comunicación de la Conferencia Episcopal de EEUU, Francis J. Maniscalco. Según él, los medios comerciales, de por sí, deforman las informaciones sobre la Iglesia, porque privilegian “la noticia con mayor capacidad de resonancia inmediata, competitividad o espectacularidad”. Para Maniscalco, hay que ser “realista, no condenar a los medios, pero tampoco hay que hacerse ilusiones de un uso fácil con fines evangelizadores”; la solución sería encontrar “el modo de hablar más con los gestos y los hechos que con las palabras”.
Algo más crítica es la postura de Deogratias Ekisa, sacerdote de Tororo (Uganda), quien afirmaba el 31 de marzo desde Italia que buena parte de la prensa occidental está en manos de un secularismo que aprovecha cualquier excusa para atacar lo que va más allá de los fines utilitaristas (principalmente la religión, y en particular la católica). La prensa es, para Ekisa, presa fácil de la filosofía utilitarista, y rara vez puede comprender un lenguaje que vaya más allá de una respuesta que satisfaga de golpe y unívocamente un problema concreto. El caso de los preservativos, con el Papa apelando a un estilo de vida, al amor y al respeto del significado interpersonal de la sexualidad, es un claro ejemplo de lenguaje casi imposible de comprender para los medios.
Frente a la ingenuidad de que la democracia promociona lo mejor, en el campo informativo, el ugandés Ekisa propone que la Iglesia emprenda campañas mediáticas, con la misma profesionalidad con que lo haría cualquier empresa, “para superar a la maquinaria mediática que ha sido secuestrada por el secularismo, o que cuando menos opera con criterios puramente seculares”.
Por Santiago Mata tomado de Gaceta.es
iglesia católica,
iglesia católica
Religión
Fe actualidad
Para dar la razón a Vázquez, bastarían tres recientes botones de muestra: el revuelo en torno al levantamiento de la excomunión a los obispos tradicionalistas (incluido Williamson, que había negado las cámaras de gas); el comentario sobre los preservativos durante el viaje a África; o la afirmación de que el Vaticano vetaba a Caroline Kennedy como embajadora, desmentida por la Santa Sede. De las meteduras de pata, presuntas o reales, todo el mundo se entera. Y cuando ya se ha criticado de sobra a la Iglesia, pocos llegan a saber la explicación o en su caso rectificación del asunto. ¿Casualidad?
Relaciones públicas
Algunos consideran que el tratamiento negativo de la Iglesia católica por los medios lo provoca una escasa atención hacia ellos, o por lo menos escasa preparación de los eclesiásticos en estas materias. El propio Benedicto XVI reconocía, el 10 de marzo, en la carta a los obispos en la que explicaba por qué levantó la excomunión a los lefebvrianos, “que seguir con atención las noticias accesibles por internet habría dado la posibilidad de conocer tempestivamente el problema”.
En esa línea van las consideraciones del que, hasta 2006 y durante 13 años, fue director de la Oficina de Comunicación de la Conferencia Episcopal de EEUU, Francis J. Maniscalco. Según él, los medios comerciales, de por sí, deforman las informaciones sobre la Iglesia, porque privilegian “la noticia con mayor capacidad de resonancia inmediata, competitividad o espectacularidad”. Para Maniscalco, hay que ser “realista, no condenar a los medios, pero tampoco hay que hacerse ilusiones de un uso fácil con fines evangelizadores”; la solución sería encontrar “el modo de hablar más con los gestos y los hechos que con las palabras”.
Algo más crítica es la postura de Deogratias Ekisa, sacerdote de Tororo (Uganda), quien afirmaba el 31 de marzo desde Italia que buena parte de la prensa occidental está en manos de un secularismo que aprovecha cualquier excusa para atacar lo que va más allá de los fines utilitaristas (principalmente la religión, y en particular la católica). La prensa es, para Ekisa, presa fácil de la filosofía utilitarista, y rara vez puede comprender un lenguaje que vaya más allá de una respuesta que satisfaga de golpe y unívocamente un problema concreto. El caso de los preservativos, con el Papa apelando a un estilo de vida, al amor y al respeto del significado interpersonal de la sexualidad, es un claro ejemplo de lenguaje casi imposible de comprender para los medios.
Frente a la ingenuidad de que la democracia promociona lo mejor, en el campo informativo, el ugandés Ekisa propone que la Iglesia emprenda campañas mediáticas, con la misma profesionalidad con que lo haría cualquier empresa, “para superar a la maquinaria mediática que ha sido secuestrada por el secularismo, o que cuando menos opera con criterios puramente seculares”.
Por Santiago Mata tomado de Gaceta.es
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