Recule oficial
Electricidad vecina
Parece que entró en razón el Presidente de la República cuando afirmó ayer su disposición de adquirir la electricidad ofrecida por Colombia. Sin embargo, que sólo avanzaría en esa dirección si considera que la oferta colombiana es de "mutua conveniencia". Si es así, reiteró, "la compramos sin ningún problema". Desde luego que esto último va de sobra porque las leyes y la opinión pública venezolana le impiden aceptar un contrato binacional desfavorable a la nación.
Pero el Presidente tiene todo el derecho de salvar la cara y dejar a un lado cualquier obstáculo político o personal para permitir a Venezuela superar la demoledora crisis de energía en que está sumida. En verdad, no sólo está en problemas él y su gobierno, sino los venezolanos de todas las clases sociales, de todos los niveles económicos y de todas las regiones del país.
A estas alturas lo menos que se espera es un colapso parcial o general en el servicio de electricidad, y nadie (del oficialismo o de la oposición) puede dejar de prestar su contribución en el esfuerzo, tanto público como privado, para evitar que el país caiga en la oscuridad total, lo que sería una tragedia de consecuencias incalculables en el transporte, la industria, la seguridad ciudadana, el comercio, la atención en salud, la educación y, en fin, toda la sociedad.
Pero que contribuyamos al esfuerzo general no significa que abandonemos el espíritu crítico sobre las causas de la crisis, ni el análisis profundo dirigido a demostrar que el Gobierno ha sido responsable en más de 90% de lo que sucede y que tampoco dejemos de luchar contra la propaganda roja rojita que pretende acusar a los ciudadanos ¡por despilfarradores!, de los múltiples errores del régimen.
Resulta rotundamente significativo que la nuez de la propaganda roja rojita esté centrada hoy en culpabilizar a la población por la escasez en el suministro de energía. Qué manera tan hipócrita y soviética en la forma de encarar los problemas que se han generado no por la irracionalidad cotidiana en el patrón de consumo de los inocentes ciudadanos, sino por la absurda irracionalidad en la planificación oficial y en el fracaso del seguimiento año tras año por los ministros del ramo.
Culpar a la gente, y a un estamento social en especial, fue muy propio de Stalin, luego fue estrategia de Mao y su revolución cultural y, finalmente, de Fidel Castro. Vale recordar que a falta de la invasión del imperialismo yanqui, los castristas empezaron a culpar a los enemigos internos por la falta de alimentos, energía y fallas en el transporte.
Ayer el Presidente dijo "tener ofertas de energía de Brasil, Argentina y China", y reveló que compró maquinarias a la corporación del imperio General Electric. Ante esta bajada de pantalones, dijo que "las plantas eléctricas no tienen ideología, no tienen nada que ver con un gobierno. Sencillamente hay una lógica del funcionamiento de las cosas". (Risas de los venezolanos).
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