Preludio chiquinquireño.
Hoy cuando nuestros gobernantes pendencieros se empeñan en distanciarnos como pueblos hermanos –verbigracia las amenazas reculadas de los recientes aires de guerra, cuyas batallas iban a durar 100 años, y a Dios gracias las bravatas no pasaron de 48 horas-, la Virgen María desde el acontecimiento del Tepeyac en México en 1.531 hasta el presente ha sido una excelente e incuestionable Madre de comunión y de afinidad espiritual. Precisamente las naciones de Colombia, Venezuela y Perú –actualmente con líos diplomáticos- han estado íntimamente unidas en evidencia de confraternización histórico-espiritual con la devoción a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá.
Para Nuestro Señor Jesucristo todo su ministerio mesiánico comenzó en Galilea y para la Virgen de Chiquinquirá toda su apostolicidad evangelizadora se inició en el corazón del Nuevo Reino de Granada, más tarde llamado Virreinato de Nueva Granada, después integrado a la fracasada Gran Colombia y hoy es la hermana República de Colombia, pueblo sumergido bajo el imperio del terror y la hueste belicosa de los grupos subversivos. El génesis chiquinquireño tiene su núcleo histórico en el valle del río Suárez, –pueblo rico en yacimientos de hierro y de minas de piedras preciosas de fundación indígena con el nombre de Chiquinquirá –vocablo indígena que significa “tierra en aguas”- ubicado a 134 kms al norte de Bogotá y a 80 kms de Tunja –hoy capital del Departamento de Boyacá- llamada la “Ciudad mariana de Colombia” visitada por el Papa Juan Pablo II en 1.986.
La iconografía mariana de la Virgen de Chiquinquirá tiene su acento en la pintura de Ntra. Sra. del Rosario acompañada con las imágenes de San Antonio de Padua (teólogo, predicador y franciscano portugués, santo canonizado más rápidamente en la Iglesia Católica el 30 de mayo de 1.232 a los 352 días de su fallecimiento, menos de un año de su muerte) y el Apóstol San Andrés, pescador galileo hermano de San Pedro, primado de Jesucristo el Señor, ambos crucificados uno con la cabeza hacia abajo (San Pedro) y el otro (San Andrés) martirizado en una cruz en forma de “X”, posteriormente a la muerte del apóstol a esa forma de cruz en equis se le dio el nombre de “cruz de San Andrés”.
La Virgen del Rosario en Colombia.
Esta chiquinquirósfera tiene su cuna a mediados del siglo XVI, cuando el español Antonio de Santana recibe la encomienda real de edificar el urbanismo del pueblo llamado Tunja, entre cuyas obras se encontraba la construcción de una capilla. Tres años más tarde arribó a esa población Fray Andrés de Jadraque misionero dominico promotor de la devoción de la Virgen del Rosario –piedad popular promovida por Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores (Padres Dominicos)-.
Tanto el encomendero español como el fraile misionero acuerdan traer una imagen de la Virgen del Rosario de España, pero tardaría mucho tiempo en llegar, decidieron mientras la imagen arribara de Europa mandar a pintar en un lienzo de algodón una imagen de la Virgen del Rosario a un pintor español llamado Alonso Narváez de Andalucía que vivía en la ciudad de Tunja. El cuadro se pintó en un lienzo de algodón de 49 por 44 pulgadas, a decir verdad la imagen de la Virgen pintada en el mero centro de la tela quedaba muy solitaria y con mucho vacío hacia los lados, es por ello que los promotores del cuadro ordenan al artista rodear la imagen mariana con adornos de ángeles, querubines y nubes; sin embargo el pintor Narváez para congraciarse en eterna gratitud con la autoridad civil y el sacerdote misionero decide en acuerdo con ellos pintar a la derecha a San Antonio y a la izquierda a San Andrés, santos patronos de los insignes promotores y benefactores del cuadro mariano.
La historia del cuadro al igual que la vida de todo cristiano se enfrentó a situaciones de sufrimientos y penurias. Después de su bendición en 1.563 la imagen tuvo una singular veneración en una capilla humilde de techo de paja donde con el correr de los años se deterioró hasta casi borrarse. En 1.577 deciden retirar el cuadro de la devoción pública y enviarlo a un caserío rural llamado “Chiquinquirá” donde es sometido a usos seculares, como secar granos de café, maíz y mijos de cereales.
Fue en 1.585 cuando una pobladora devota llamada María Ramos –para nuestra historia latina “la primera María”- cuñada del encomendero Antonio de Santana que ya había muerto, resuelve en un impulso de amor rescatar el cuadro del uso horticultor y renovarle su cariño devocional llevándolo a un oratorio muy sencillo. Su personal e íntima plegaria era que el cuadro de la Virgen del Rosario se aclarara un poco para que pudiera ser admirada por quienes no lo habían visto en sus matices originales.
Casi un año después, la mañana del 26 de diciembre de 1.586 cuando la fiel custodiante del cuadro María Ramos salía del oratorio una madre indígena de nombre Isabel acompañada de su pequeño hijo se acercó al oratorio y al ver la imagen de la Virgen del Rosario le gritó a María Ramos: “Mire, mire Señora…” Al observar el cuadro mariano la pintura brillaba con resplandores y la imagen, que estaba irreconocible, se había restaurado con sus colores y brillos originales; los agujeros y rasguños de la tela desaparecieron, estaba renovada milagrosamente. Desde entonces empezó la devoción a la advocación conocida como "Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá".
La Virgen de Chiquinquirá en la guerra de la Independencia.
El cuadro con las tres imágenes sagradas alcanzó una extraordinaria devoción, miles de peregrinos visitaban su santuario, romerías interminables, devotos de todas las clases sociales de la época lo veneraban, muchos milagros, ofrendas de promesas hicieron del pueblo de Chiquinquirá una floreciente ruta de peregrinación, hasta el punto que los tesoros y joyas que le fueron regaladas a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá se las ofrendaron al Libertador Simón Bolívar en una visita dispensada en diciembre de 1.814, después de la toma de Santa Fe, llega al santuario para orar a la Virgen María y recibe estas dadivas que le sirvieron para su viaje a Kingston en Enero de 1.815 donde escribe la famosa “Carta de Jamaica” vislumbrando el proyecto de la Gran Colombia.
Con motivo de este generoso aporte material, la Virgen de Chiquinquirá se convirtió popularmente en la Patrona de las fuerzas de los libertadores. A partir de esta religiosidad se hizo pintar una copia del cuadro en otro lienzo que más tarde en diciembre de 1.823 se le fue obsequiado a la población peruana de San Idelfonso de Caraz por las tropas del Libertador. Hay un agradecimiento histórico a la ciudad de Caraz por el hospedaje brindado al Libertador y a sus soldados que le acompañaban. La fiesta de la Virgen de Chiquinquirá en Caraz se celebra el 20 de enero cada año.
Esta hermosa relación maternal y espiritual de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá con las tropas del Libertador fue uno de los argumentos pastorales de mayor fuerza para que en el gobierno del Dr. Luís Herrera Campins (1979-1984), se decretara a la Virgen de Chiquinquirá (La Chinita) como Patrona y protectora de las Fuerzas Armadas de Cooperación (Guardia Nacional de Venezuela).
Fue en el siglo XVII donde la devoción de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá tuvo su mayor florecimiento, se pintaron varias réplicas del cuadro original que fueron solemnemente entronizadas en varios templos, entre ellos en Iglesias edificadas en la costa del océano pacífico, que eran las favoritas para los saqueos de los corsarios, piratas y los filibusteros de los mares que robaban los cofres y baúles de los santuarios para llevarse los vasos sagrados de oro y plata y con ellos sustraían imágenes, cuadros y libros importantes para la Iglesia, que después en alta mar lanzaban al agua porque para ellos sólo tenía valor las joyas y objetos de oro.
La Chinita de Maracaibo.
Es así como llegamos a la historia de nuestra queridísima “Chinita”. Sin ánimo de confrontar puntos de vista distintos en cuanto a las fechas y momentos históricos, me inclino radicalmente por la reseña histórica de los libros “Venezuela Mariana” e “Historia de Nuestra Señora de Chiquinquirá de Maracaibo” del Hermano Nectario María eximio hijo de la Congregación San Juan Bautista de La Salle. Con ocasión de cumplirse en 1928, el Cuatricentenario de la fundación de la ciudad de Coro (1528-1928), el Episcopado Venezolano decretó el II Congreso Mariano Nacional. En esa asamblea mariana, el Hermano Nectario María dio a conocer el manuscrito de su nueva obra “Venezuela Mariana” tesoro bibliográfico de excelente documentación histórica de la devoción mariana en Venezuela.
Según la referencia histórica de la bibliografía del Hno. Nectario María lo que para el pueblo de Chiquinquirá en Colombia representó el milagro de renovación en 1.586, lo fue en prodigio similar en 1.709 para la población lacustre de Maracaibo. En esta ocasión nos topamos con la “segunda María” se trata de María Cárdenas, mujer hacendosa que cultivaba cacao y una mañana lavando ropa a orillas del lago de Coquivacoa o San Bartolomé la humilde lavandera encontró una tablita en la resaca de las olas lacustres de unos 29 cms. por 23 cms. que con la noble intención de que le sirviera para tapar la tinaja de agua la llevo a su humilde casa de la ranchería de Maracaibo cuyas familias para guardar agua potable usaban unos bernegales construidos con arcilla y piedra de ojo que solían extraer de la ribera costera del llamado Lago de Coquivacoa.
Cierre saladillero.
Ya la historia de nuestra amada Chinita es archiconocida por los zulianos, la hemos oído en gaitas, poesías, bambucos y parrandas. Cientos de libros la citan con mucho fervor. La devoción a la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia bajo la advocación de Ntra. Sra. del Rosario de Chiquinquirá, aclamada a partir de su renovación milagrosa acontecida el día 18 de Noviembre de 1.709 en Maracaibo, fecha célebre del pueblo zuliano que históricamente vive su fe caminando con su excelsa Patrona al lado cual ferviente Grey, que ama, lucha, canta y ora marca un hito dentro de la historia regional.
Esta devoción mariana Chiquinquireña durante 300 años se ha arraigado profundamente en el corazón del pueblo cristiano hasta llegar a transformarse en uno de los cauces más importantes de la evangelización de los zulianos. La presencia amorosa y tierna de la Virgen de Chiquinquirá llamada cariñosamente “Chinita”, Virgen Guajira a la que su pueblo devoto se ha consagrado fielmente en estas tres centurias, y se ha convertido en uno de los elementos catalizadores más determinantes de la identidad regional, del gentilicio zuliano y de nuestra cultura popular florece como la expresión mas genuina del fervor católico del Zulia.
Nuestra Madre amada del Rosario de Chiquinquirá desde su renovación tricentenaria no ha cesado de manifestarnos su amor y su protección, uniéndonos como una sola familia, acogiendo nuestras súplicas, atendiendo nuestras plegarias y concediendo a nuestras instituciones, familias y personas en particular innumerables favores y bendiciones para encontrarse con el Señor Jesucristo y recibir el Evangelio de la Salvación. Ella la Tricentenaria del Saladillo, mi barrio querido que no olvido, les bendiga, les guarde y les colme de los destellos de la luz del Relámpago del Catatumbo. Amén. ¡Viva la Virgen de Chiquinquirá!
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