Editorial El Nacional.
El desabastecimiento.
Caos presidencial.
Día a día la economía nacional se va hundiendo debido al caos provocado por las agresivas acciones del Presidente y de algunos de sus más cercanos colaboradores. El asunto no tiene ni pie ni cabeza porque los venezolanos, independientemente de su posición política, necesitan trabajar, trasladarse sin demora por la ciudad o alimentarse y vestirse, cuidar su salud y emplear su tiempo libre en actividades de recreación.
No es que se le esté pidiendo algo imposible al Gobierno, sino que asuma sus responsabilidades con la prudencia y el equilibrio que demandan el ejercicio del poder en función del bien ciudadano. Nada de esto parece interesarle al Presidente de la República. Ni la concordia, el buen juicio o la paz necesaria para enfrentar la crisis (que no solo es nacional sino mundial), sirven como argumentos para calmar el tono encendido y guerrero con que predica a diario sus atropellos el jefe del Estado.
Se atropella a los sindicatos como si ellos fueran culpables por haber firmado contratos beneficioso para los trabajadores. ¿Y qué podían hacer sino pedir más? Pero desde el Gobierno privó la demagogia y, en vez de explicarle a los trabajadores que era imposible satisfacer sus peticiones porque las finanzas del país no lo permitían, decidieron firmar lo que no podían cumplir. Hoy Miraflores se echa para atrás.
Igual sucede con los comerciantes y distribuidores de alimentos. El Gobierno gritó y garantizó que Venezuela contaba con suficientes dólares para traer del exterior todo lo necesario. En el fondo era un reto y un chantaje contra los cultivadores y productores nacionales que estaban exigiendo precios más rentables para sus productos.
En fin, a Mercal y Pdval les fue bien mientras Miraflores (como diría Jaime Lusinchi) tenía la botija llena. Pero hoy ¿en quiénes podemos confiar para alimentarnos? ¿En los errados planificadores oficiales, en los comisarios políticos del PSUV que creen que toda iniciativa privada es mala, o en los militares que hacen grandes negocios cobrando comisiones por importar alimentos? En verdad, ¿quiénes son los que enriquecen con el hambre del pueblo? A estas alturas del partido es imposible engañar a los venezolanos.
El Gobierno declara que los distribuidores de alimentos son sus mortales enemigos. Menudo engaño: ¿no nos habían dicho, diez años atrás, que el Estado iba a reorganizar la distribución de alimentos entre la población? No se hizo porque era un gran engaño y sólo tenía un fin político. Pero en el camino quedaron los bolsillos de los militares bolivarianos completamente rebosados.
Los venezolanos no somos idiotas y estamos claros en que el caos propagandístico ideado desde la Presidencia de la República sólo persigue preparar el terreno para que la opinión pública acepte, sin chistar, la drástica reducción de las importaciones que se avecina y que sí creará, en términos muy humanos, un desabastecimiento general y atroz. Provocado, eso sí, por el propio Presidente.
Tomado de Noticiero Digital
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