Sé que debo una explicación pública. Desde que se inventó el Black Berry (BB), ese indeseable aparato de multicomunicación con el cual, contradictoriamente, la humanidad globalizada ha entrado en la incomunicación total, no he hecho otra cosa que despotricar de ese invento satánico, en este mismo espacio y en donde quiera que puedo. Me he resistido a él como resistió la invasión persa el espartano Leónidas con sus 300 en el paso de las Termópilas. Cada vez que alguien me acosaba diciéndome dame tu pin, yo respondía con orgullo "¿Mi pin?, ¡¡¡la pin!!! Yo no tengo BB", a sabiendas de que estaba librando una lucha heroica en contra de esta sociedad novelera donde todo adelanto de incomodidad tecnológica tiene su asiento. Veía yo, con profunda lástima, a los dueños de BB deambular como zombis absortos en sus miserables aparatos, ajenos a la puesta de sol espectacular que se desplegaba frente a ellos y viendo al mundo, como los japoneses, a través de una pantalla digital. Me parecía un inequívoco gesto de falta de educación el recurrir al miserable aparato en medio de una conversación y podía arrecharme profundamente el histérico movimiento de los pulgares sobre el microscópico teclado, acompañado de un exasperante y crujiente "tiqui tiqui" que me ha llevado a pensar que la mano va a evolucionar, gracias al BB, que el primer metacarpiano del pulgar va a separarse de la falange, falangina y falangeta.
Yo veía con una profunda lástima a Luis Vicente León entrar en pánico cada vez que botaba un BB (lleva cuatro en este año), llamando a su secretaria, notificando a medio país del incidente y decir casi con lágrimas en los ojos "coño, ahora sí que estoy perdido".
Así era yo, feliz, la vida estaba por delante, el infinito era el límite... Hace cuatro días me regalaron un BB y ya no aguanto el dolor en los pulgares.
Los persas se abrieron paso, después de todo. Y aquí estoy, se me van las horas entre correos, chateos, mensajes de texto y twitter. Ya no soy el mismo: Aborrezco los libros, que me distraen de mi BB, y no quiero mirar a la gente sino a través de una pantalla, ya sé para qué sirven los siete mojoncitos que están al lado de la bolita y he aprendido a mover aplicaciones. Cuando una mujer bonita se me acerca lo primero que hago es pedirle su pin y la invito a chatear. Desde hace cuatro días mi vida transcurre alrededor de mi pequeño BB recién nacido... ¿verdad que es hermoso?... Es igualito a mí, me digo al contemplarlo. Los que me conocen y creían que yo era un hombre de palabra me miran con desconfianza... Leonardo Padrón le ha pedido al gran inhabilitador que me inhabilite el 21 y Claudio Nazoa no soporta verme escribiendo mensajes. Mientras, yo no les paro, ya ni les hablo, permanezco enmimismado dejando que mis pulgares histéricos recorran el miniteclado y sientan ese sabroso tiqui tiqui... sin pensar...
Sólo pido a Dios que un malandro resuelva pronto esta situación y me libere de este dulce mal del que me estoy muriendo el día en que me robe el BB... Enviado desde mi blackberry.
Tomado de Noticiero Digital
Laureano Márquez, actualidad, humor, Venezuela
Laureano Márquez
Humor
No hay comentarios:
Publicar un comentario