martes, 8 de diciembre de 2009

María Isabel Párraga "En sus términos" 08/12/2009

La revolución está en deuda. Sus principios básicos de igualdad , justicia y paz han sido traicionados. Lo que estamos viviendo se parece más a un régimen capitalista corrupto que al idílico sueño que enamoró a tanta gente. No hay lo uno, tampoco lo otro y como diría aquel ex presidente, ni siquiera todo lo contrario.

Así las cosas lo que habría que plantearse es la reivindicación de las mismas banderas que en su momento llevaron al poder al comandante, por ejemplo una sociedad de iguales, en la que todos tengamos los mismos derechos, en la que el único documento requerido para acceder a algo sea la cédula de identidad, en la que no importe como pienses ni en que partido milites. Todos iguales ante la ley porque ésta, básicamente se cumple. Porque no hay impunidad. Porque el delincuente no sea el que "cayó en desgracia" con el Gobierno, sino también el que se ampara tras su cargo y todos paguen por lo hecho. Una nación de paz en la que no tengamos que vivir con la incertidumbre sobre lo que pasará mañana si perderemos algo que puede ser la vida o el producto de tu esfuerzo.

Igualdad sí, no este esquema de pocos privilegiados que viven como reyes o jeques mientras las grandes mayorías están cada vez peor, empobrecidas y más dependientes del Estado. Hoy día la brecha es cada vez más grande porque las oportunidades son cada vez más limitadas. Si quieres subsistir, tienes que bajar la cabeza y estirar la mano para recibir unas migajas. Mientras tanto la nueva oligarquía, ésta que se ampara tras el discurso marxista leninista mira de reojo la miseria que deambula por las calles y le echa la culpa al capitalismo salvaje. ¡Qué cinismo!

¿Se puede hablar de justicia? Tanto como estés cercano al poder así será tu patente de corso. La justicia en concepto es libre, independiente e imparcial. Todo lo contrario a lo que estamos viviendo ahora cuando las sentencias políticamente convenientes las dicta "el gran juez", las leyes las ordena "el gran legislador" y hasta las autoridades que son nombradas por la mayoría son obviadas por el "gran elector".

A estas alturas y después de esta herida abierta y purulenta generada por un discurso de violencia atizado por quien pareciera promover el odio entre todos los venezolanos, lo que deseamos todos es poder vernos a los ojos y reconocernos como iguales. Todos hijos de esta tierra de gracia que está atravesando su peor hora. Sin embargo, para ello es necesario plantear una verdadera renovación. Un cambio es este statu quo de privilegiados y poderosos. La revolución continúa siendo una utopía que hay que conquistar. Pero no para destruir y hacer tierra arrasada, no para excluir y separar, no para que unos pocos continúen quedándose y lucrándose con lo que nos pertenece a todos, sino para construir y ver un futuro que realmente sea compartido.

Tomado de EL UNIVERSAL


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