domingo, 27 de diciembre de 2009

Intento de respuesta a Juan José Caldera

Mi estimado Juan José Caldera:

No pretendo rebatir (sería estúpido de mi parte discutir de leyes con un abogado, hijo de abogado) sus consideraciones legales del sobreseimiento de la causa que Rafael Caldera le concedió a los presos de Yare, sino la conveniencia o no de la medida.

En primer lugar me sorprendió la velocidad con la que publicó su apología (era de esperarse una apología, claro, pero ¿tan rápido?). Me recordó un aforismo latino que reza: “excutatio non petitat, acutatio manifestat”, o para decirlo en criollo: “el que se excusa, se acusa”. Tal vez debamos leer así el último párrafo suyo: El presidente Caldera puso en libertad a Hugo Chávez como a otros de sus compañeros de rebelión, por los motivos y en las circunstancias que se han recordado aquí. Pero no fue el artífice de su elección, ni votó por él. Chávez no está en el gobierno por su causa. Y entender que hay una suerte de necesidad familiar de terminar con la molestia (que les causa a ustedes como familia) el que se señale a Caldera como el factor principal para que Chávez estuviese hoy en el poder.

Ciertamente el ex presidente no es el culpable del resultado de la elección del 98; aquí hay que señalar a todos los que, bien de buena fe, bien con aviesos propósitos, depositaron su voto en las urnas para llevar al tipo a la primera magistratura, pero… y parafraseando a Santo Tomás de Aquino y sus cinco vías, para no iniciar una regresión de causas que puedan prolongarse ad infinitum, cosa que repugna al intelecto, hay que concluir que Rafael Caldera es la Causa Eficiente y primordial de que Chávez, por ser puesto en libertad, se lanzara a recorrer Venezuela y ganara adeptos que lo llevaran a la presidencia.

¿Hay que excusarlo diciendo que los sobreseimientos los inició Carlos Andrés, los siguió Ramón J. Velázquez y los terminó Caldera? De ningún modo; sería el caso de “mal de muchos, consuelo de tontos”, y lejos de aliviar la carga que según la opinión pública pesa sobre las espaldas de Caldera lo que nos ayuda es a repartir equitativamente la gravísima responsabilidad de dejar sueltos a quienes irrumpieron contra el sistema democrático. Es verdad que la experiencia de su primer gobierno con el proceso de pacificación fue un alivio a Venezuela, cansada, agotada ya de tanta lucha ideológica y armada. Era necesaria, en ese momento, una medida de tal envergadura, pero, y según las propias palabras de Caldera en el discurso del 4 de Febrero “Debo decir con honda preocupación que la situación que vivimos hace más de treinta años no es la misma de hoy” ¿era necesario enviar el mensaje de que cualquier sublevación, cualquier golpe de Estado, cualquier grupo que quisiera atentar contra el Gobierno tendría puerta franca para salir de chirona?. No es lo mismo ofrecer la pacificación a civiles que optaron por la guerrilla que liberar a miembros del estamento militar (los famosos comacates) después de una asonada. Como dijo (creo) Fausto Masó: ya no había razones para no dar un golpe de Estado en Venezuela.

Con todas las limitaciones de mi escaso entendimiento, y uniéndome al creer popular, para mí, el grupo de “Notables” y (¿algunos?) directores de Medios estuvieron al tanto de los intentos de golpe. O era tanto el odio que producía la figura de CAP, que cualquiera que atentara en su contra recibiría de ipso facto el beneplácito de una matriz de opinión creada desde el mismo 4 de Febrero (con la anuencia del discurso de Caldera), como usted bien lo indica en su apología: se creó una corriente de opinión a favor de la liberación de los militares "por parte de la prensa" al presentar mayor cantidad de noticias a favor del sobreseimiento de la causa (las comillas son mías); me hizo recordar la anécdota de William Randolph Hearst (dueño de medios de comunicación) cuando, refiriéndose a la explosión de un barco norteamericano en el puerto de San Juán (Puerto Rico), le dijo a sus periodistas: “ustedes pongan las fotos, que yo pongo la guerra”.

Miguel Henrique Otero era uno de los que se enorgullecía de decir que Chávez visitaba su casa, se bañaba y se cambiaba de camisa. El periodista Alfredo Peña, tan activo denunciante contra la corrupción, sucumbió también a los cantos de sirena, y como ellos, muchos mas que quizá llevados por la descarada corrupción en el gobierno de CAP I y la aversión a CAP II y su paquete de medidas económicas se entregaron, se rindieron, al igual que los notables, sin medir o al menos prever las consecuencias del recurrente comportamiento histórico de los militares venezolanos en el poder, que se sabe cuando se encaraman, pero no se sabe cuando se bajan.

¿No pudo Caldera avizorar el bochorno que sufriría cuando impertérrito y en sus propias narices el actual presidente jurara ante la “moribunda”? ¿no pudo el Estadista resistir los embates de la matriz de opinión? ¿o en el fondo estaba de acuerdo? ¿no entendió que la situación no era la misma de hace 30 años? Si yo, que soy un ignorante cura de pueblo y sin poderlo explicar en palabras (llamémoslo mala espina) entendí que el sobreseimiento no iba a terminar bien, ¿no pudo Caldera tener el mismo pálpito?

Como dije en mi artículo anterior, tendremos que esperar 20 años para saber cómo tratará la historia a Rafael Caldera, pero lo que es hoy, 27 de diciembre de 2009, así piensa un enorme grupo de venezolanos, tantos, que le obligaron a publicar la apología.

Para leer la apología de Juan José Caldera HAGA CLICK AQUÍ

Para leer el discurso de Rafael Caldera el 4-F HAGA CLICK AQUÍ



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1 comentario:

Juan Bimba dijo...

Padre Carlos, su artículo no tiene desperdicio. Sin embargo, hay que aclarar que CHAVEZ ES UN MENTIROSO, QUE MINTIÓ PARA LLEGAR AL PODER. PERO TRANQUILO TODOS LOS TIRANOS CAEN, LO QUE VA A TARDAR ES RECUPERAR EL DAÑO MORAL A LA SOCIEDAD