martes, 28 de septiembre de 2010

El Nacional (Editorial) "La caída esperada" 28/09/2010


Si de algo debe estar avergonzado el jefe de los bolivarianos es el haberse pavoneado por todas las ciudades de Venezuela, y por algunas capitales de Suramérica, proclamando que él era la representación máxima del pueblo venezolano y que, como tal, tenía como misión acabar con la burguesía apátrida. Pues ni lo uno ni lo otro, porque las elecciones parlamentarias ocurridas este domingo dejaron muy claro que el chavismo no es la fuerza mayoritaria entre los votantes de este país y que la fantasiosa burguesía que el comandante dice combatir tiene, al menos, unos seis millones de votos.

De forma que en Venezuela existe hoy, por obra de la revolución chavista, la más grande burguesía de América Latina. Del otro lado, el pueblo se ha achicado de manera alarmante porque, como viene ocurriendo en los tres últimos comicios (dos ganados por la oposición y uno por el oficialismo) el apoyo de los seguidores de la revolución va de capa caída, al punto de que el Presidente ordenó aprobar una ley electoral en función de sus exclusivos intereses partidistas con miras a evitar una debacle, tal como ocurrió.

La ley diseña los circuitos electorales de una manera arbitraria, tomando en cuenta para agruparlos sólo las fortalezas de su organización y las de su único aliado, el Partido Comunista.

Pero ni esa argucia de baja estofa le sirvió este domingo porque, si bien obtuvo más diputados a la Asamblea Nacional que el bloque opositor, no logró sacar más votos, con lo cual la trampa que había ideado lo puso más al descubierto tanto nacional como internacionalmente.

El hecho fundamental de que los votantes les hayan dado más votos a sus adversarios políticos que a sus candidatos hizo enmudecer al Presidente por 24 horas, porque lo que estaba en juego era su caudal electoral. Como nunca antes, el mandatario se montó en una apuesta de gran calibre en unas elecciones parlamentarias que, por lo general, deben manejar sus alfiles. Pero era tal su preocupación por el clima de deterioro oficialista que mostraban las encuestas que se metió de lleno en la campaña, cometiendo con ello uno de sus más graves errores políticos de los últimos años.

De hecho, ese era el sueño de la oposición para poder matar dos pájaros de un tiro y medirse por interpuestos candidatos con el verdadero jefe, a quien ya se le notaban signos de gran debilidad en las barriadas populares. Sus simpatías en las urbanizaciones de clase media hace años que no existen. De manera que la batalla se concentró en esos sectores de obreros y trabajadores informales que están siendo víctimas de la inseguridad, del desempleo y de la inflación.

Ciego por su prepotencia y sus aires de grandeza, el Presidente cometió el error de convertirse en el blanco central de la campaña, con afiches gigantes y marchas en todas las ciudades. Y lo peor, con repetidas y fastidiosas cadenas en la televisión. De manera que él mismo cavó su fosa. No hay otro perdedor.


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