martes, 29 de junio de 2010

Me desprendo de mi vida para tomarla de nuevo (Jn. 10,17)


25 años como pastor deberían cansar. 25 años haciendo que las ovejas al escucharte a ti oigan la voz de Cristo no es labor fácil. 25 años riendo con los que ríen, llorando con los que lloran, abrazando al atribulado, siendo luz para los que viven en las tinieblas del pecado (del pecado personal y del pecado social), 25 años de renuncias a tu propio yo para ser otro Cristo en medio de tu pueblo, 25 años recibiendo las oraciones de tus sacerdotes cuando mencionan el nombre del obispo en la Plegaria Eucarística, 25 años llenando tu alma con la sonrisa agradecida de la feligresía que te siente cercano y te mira como propio y recibiendo también la bienaventuranza de ser amado por Dios cuando la canalla te persigue y te calumnia por causa del Hijo del Hombre. 25 años comiendo con publicanos mientras soportas las invectivas de los fariseos. Figura controversial por llamar las cosas por su nombre no puedes generar medias tintas… Quien te conoce o te quiere o no te quiere, pero indiferente no permanece.

25 años en los que te has desprendido de tu vida con la segura esperanza de retomarla de nuevo de manos del mismo Cristo, esperando confiado la resurrección para la vida del último día, el Dies Irae, cuando el Señor, en medio de su gloria y con los ángeles del cielo venga y separe a unos de otros como el pastor separa las cabras de las ovejas “Inter oves locum præsta, et ab hædis me sequestra, statuens in parte dextra. Confutatis maledictis, flammis acribus addictis, voca me cum benedictis”.

Pero todo no se reduce a estos 25 años. Es sacar la cuenta de toda una vida de incólume fe en Cristo y su Evangelio, toda una vida guardando celosamente el Magisterio y la Tradición de la Santa Madre Iglesia, toda una vida de devoción a María Santísima no puede menos que resultar en la acumulación de tesoros en el Cielo, donde ni la polilla los carcome, ni el óxido los corroe ni los ladrones hacen huecos y los roban. Ejemplo de fidelidad espiritual ayudando a remar en la Barca de Pedro, llevando a buen puerto la grey a ti encomendada desde que te estrenaste como vicario de Parra León en Santa Bárbara, luego de párroco en Nuestra Señora de Lourdes en La Limpia, pasando por la que creo ha sido un cúmulo de satisfacciones espirituales en la parroquia San Juan de Dios y Basílica de La Chiquinquirá, tu nuevo estreno como tercer obispo de Cabimas hasta que aterrizaste en el Falcón de Iturriza para cobijarte bajo la sombra de la Cruz de San Clemente y cobijar bajo la Santa Palabra de Dios al hermano pueblo falconiano.

En las Bodas de Plata Episcopales de Monseñor Roberto Lückert, Arzobispo de Coro, (29 de Junio 2010) un recuerdo de sus Bodas de Plata sacerdotales.

Extracto de mi Acción de Gracias luego de la Ordenación Sacerdotal el 30 de noviembre de 1991 en la Catedral de Cabimas.

Tal vez uno de los momentos fuertes de esta ceremonia sea el de la postración. Es allí, de cara al suelo, invocando la protección del celeste ejército cuando atropelladamente pasa por la memoria la complejidad de la propia vida…no hay momento que no se recuerde, los buenos y los malos, los alegres y los tristes, la claridad de la luz de Tu presencia y la oscuridad de la noche negra cuando equivocadamente supuse que habías desviado tu rostro de mí.

Es allí cuando me topo con la miseria de mi propia humanidad, alzada en tus manos Señor, para glorificarla, convirtiéndola en manantial fresco de salvación, en estandarte para que te vea todo aquél que te busca.

Y sin embargo, aún sabiéndome amado por Ti, al extremo de llamarme a tu servicio santo, no puedo entender el misterio de tu elección. Desde siempre te ha gustado escribir derecho sobre líneas torcidas, has elegido lo débil para confundir a lo fuerte. ¿Porqué Señor a mí y no a otros mejores que yo?

Es paradójico el que hoy te esté dando gracias y no se porqué me has elegido… y sin embargo eso no resta fuerzas al sentimiento que mueve mi corazón; al contrario, lo alimenta ya que, eligiéndome aún con mi poquedad y miseria, sin merecerlo, demuestras tu amor por mí.

Gracias Dios de bondad por llamarme y elegirme al ministerio sacerdotal.

Se que al responder afirmativamente a tu generoso ofrecimiento dejo de pertenecerme a mí mismo para pasar a ser exclusivamente de Ti y consagrarme al servicio de tu plan de Salvación.

Gracias Dios de Misericordia por derramar tu gracia en mi vida al colocarme, por tu Divina Providencia, frente a un hombre que sabe de misericordia porque vive esa virtud evangélica en todo su ser. Cuando por esos tristes vaivenes me presentaste el cáliz de la amargura, y yo lo bebí, también endulzaste mi alma con la generosidad que brota del amor paternal de quien es mi Obispo. Por eso hoy me permito la licencia de llamarle, con el corazón en los labios: “Roberto, amigo!”.

Eres oasis en mi desierto; te conviertes en “camino de Damasco”, lugar del encuentro con Cristo que marca para toda la vida. Cedro del Líbano que con tu solidez y follaje te conviertes al mismo tiempo en bastón y sombra; pero y sobre todo, eres SACERDOTE DE CRISTO, que has sabido aprovechar tus 25 años de servicio ministerial para prodigar amor y misericordia, por eso, estas BODAS DE PLATA SACERDOTALES que celebras hacen palidecer y perder su valor a metales aparentemente mas valiosos, como el oro.

Dios permita que siga tu ejemplo.

Un fuerte abrazo.



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