En la Diócesis de Maturín, estado Monagas hubo cierta expectativa por la inscripción de la candidatura del padre Pedro Freites a la Asamblea Nacional. Aparentemente Pedro contaba con cierto apoyo popular (no puedo hablar mas de eso porque no estoy muy al tanto de esa realidad del pueblo de Monagas) que le hizo prestar su nombre a la lista de futuros candidatos.
El Obispo de Maturín publicó un Comunicado exhortando a Pedro a tener un momento de reflexión, manifestó la inconveniencia de esa eventual candidatura, y Pedro, acatando al pastor, declinó en sus aspiraciones. Hasta aquí el resumen suscinto del impasse mediático. No quiero tocar ese tema porque no es la materia propia de este artículo, sino que me voy a referir a un párrafo del Comunicado que me cayó como un balde de agua fría.
Tratando la renuncia que presentó Pedro a la rectoría del Colegio Venezolano de Roma (una residencia donde viven los sacerdotes diocesanos venezolanos que van a estudiar a Roma), Monseñor Pérez Lavado escribió en el Comunicado:
“la renuncia del P. Freites como Rector del Colegio Venezolano en Roma obedece sólo a una puesta a la orden de su cargo, debido a la determinación de la Conferencia Episcopal Venezolana de pasar la dirección de dicha institución a una conocida congregación de sacerdotes…”
¿Volvemos para atrás? ¿Cuanto tiempo estuvieron nuestros seminarios dirigidos por congregaciones religiosas (Jesuitas, Eudistas, Paúles, etc) que, ciertamente fueron necesarias y bajo cuya égida se formaron muchos sacerdotes venezolanos, pero que obedecían al hecho de que aún en Venezuela el clero nativo era escaso, poco preparado y los obispos se encontraban con la incapacidad de dedicar a tiempo exclusivo un número significativo de presbíteros que harían mejor su trabajo al frente de la gran cantidad de parroquias urgidas de guía espiritual?
Con el despertar de las vocaciones sacerdotales, el clero nativo fue creciendo, preparándose en las diferentes disciplinas filosóficas y teológicas en las mejores universidades europeas y poco a poco los nuestros pasaron a formar a los nuestros… por cierto, no quisiera que lo que expreso se confunda con un chauvinismo recalcitrante o con una especie de menosprecio a las órdenes religiosas que tan excelente trabajo realizan por la extensión del Reino de Dios aquí en Venezuela… me refiero a que por fin asumíamos la responsabilidad de los Seminarios y Casas de Formación, recibiendo el testigo de manos de quienes, por primeros, ejercieron tan delicada e importantísima labor de manera tan excelente.
Ahora resulta que el Colegio Pio Venezolano de Roma, después de ser dirigido por venezolanos (como el caso del padre Freites) pasa a manos de una Congregación Religiosa por decisión de la Conferencia Episcopal Venezolana. ¿No es eso decirle a todos que el clero nativo, que los sacerdotes diocesanos venezolanos son incapaces o poco aptos para dirigir una institución tan simple como una Residencia Estudiantil?
Cuando tuve el privilegio de ingresar al Seminario Interdiocesano de Caracas, mi primer rector fue Jorge Urosa, luego Jesús Enrique Hernández, luego Freddy Fuenmayor; en el Seminario del Hatillo estaba Baltazar Porras, luego William Delgado; en el Seminario de Maracaibo estaban Eduardo Ortigoza y Andrés Bravo; en Cumaná Marianito Parra, todos ellos, junto a sus equipos formadores eran venezolanos, ejerciendo con eficacia su misión de preparar a los futuros sacerdotes venezolanos y con sus fortalezas y debilidades dieron lo mejor se sí para cumplir la labor que la Iglesia les había encomendado.
¿Porqué ahora retrocedemos entregándole el Colegio Pio Venezolano de Roma a una congregación religiosa? No lo se. Es decisión de la Conferencia Episcopal Venezolana y materia que no me compete, pero al menos puedo elevar mi voz para manifestar mi asombro ante lo que considero un retroceso, un menosprecio a las capacidades del clero nativo.
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