He tenido unos días alejado de la diatriba política. Necesariamente me he olvidado de enmiendas, consultas, dimes y diretes, Sambiles, amenazas de latigazos si Cristo viniera ahora, del circo de tres pistas que a semejanza de Ringling, Barnum & Bailey's ha montado el diputado y ex-gaitero (yo diría que ex-zuliano también) Mario Isea, de Chavez y sus peroratas, sus amenazas y cadenas.
Era menester que le dedicara toda la atención al Niño que envuelto en pañales y recostado en un pesebre reclamaba mi adoración, y junto con las comunidades que atiendo espiritualmente me aprestara a vivir el regocijante anuncio de los ángeles: Hoy en la ciudad de David les ha nacido el Redentor, el Mesías, el Señor.
Particularmente, y ojalá no llegue a escandalizar a algún lector devoto de los misterios de Cristo, me gusta mas la Navidad que la Semana Santa y aquí no entro en mayores explicaciones... simplemente me sucede así, y basta.
Desde hace algunos años (mas de 10) un grupo de personas de Maracaibo, así, anónimas, como les gusta a ellas, me da una cantidad considerable de juguetes para repartirlos entre los niños que, de otra manera, probablemente no recibirían su presente navideño. Es un acto de generosidad desinteresada del cual yo soy sólo un simple intermediario... la bondad es de ellos, la felicidad es de los niños, yo soy solo "el repartidor". Y sin embargo gano indulgencias con escapulario ajeno, me siento afortunado y mas que aquellos que donaron los juguetes, porque a pesar de que su generosidad es constante y sin falta, ellos se pierden de algo, y es precisamente lo que yo gano y que me hace que el corazón no me quepa en el pecho: los ojos de los niños cuando rompen el papel de regalo y descubren en medio del atolondramiento, el carrito, la muñeca, el rompecabezas, los tacos, los legos, el avioncito, el peluche. Hay algo en esos ojos que me hace pensar que igual le sucedió al Niño Jesús cuando recibió oro, incienso y mirra de manos de los magos del Oriente. Hay un brillo especial que por un instante ilumina y con creces la oscuridad de las acciones de los adultos; un brillo en los ojos de esos niños que condena las guerras, los asesinatos, los robos, la corrupción, la violencia, el maltrato. Es el brillo de la felicidad que se expresa en una sonrisa franca, agradecida; en un abrazo que deja sin aliento por lo fuerte; en la carrera que pegan y el grito: Mira mami! al enseñarle lo que acaban de recibir.
Eso para mí es la Navidad. El pueblo que vivía en tinieblas vió una gran luz; habitaba en tierra de sombras y una luz les brilló. Es el Niño Jesús en todos los niños de mis comunidades que siendo luz, hacen que mi vida encuentre también la alegría que ha pretendido robarle un gobierno corrupto y botarate. En ese especial momento me olvido de angustias, de problemas, de necesidades de carencias, y al igual que los pastores gozo esa íntima comunión con un Dios que se hace humano para saber, como humano lo que sentimos, gozamos y sufrimos los humanos.
Tal vez por eso me guste la Navidad por encima de otros tiempos litúrgicos. Ese brillo en los ojos de esos niños no tiene precio!... y si muchos más tuvieran la misma experiencia que este servidor, el mundo sería algo mejor que lo que ahora tenemos.
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