viernes, 9 de enero de 2009

Retrato de la problemática venezolana. Parte del discurso de Mons. Santana, Arzobispo de Maracaibo

Extracto del discurso de apertura de la XCI Asamblea Ordinaria de la CEV Pronunciado por Mons. Ubaldo Santana Sequera Arzobispo de Maracaibo y Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana

2. - PANORAMA DEL PAIS

2.1 - EL PUEBLO QUE NOS HA TOCADO PASTOREAR

"Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces…pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos como hermanos" (Martín Luther King)



Venezuela forma parte de un mundo sometido a profundas mutaciones. Son cambios de época de alcance global que, con diferencias y matices, afectan la vida de los pueblos. (Cf DA 33-34). Las naciones del mundo se descubren más interdependientes y entre sus habitantes crece la conciencia de que más allá de los límites nacionales y de las identidades histórico-culturales, comparten una casa común que tienen que aprender a respetar, a preservar y en la que necesitan aprender a convivir .

Por eso nuestra Nación no queda fuera del impacto de la globalización: de la crisis financiera de los países industrializados, de los efectos del calentamiento global, de la variación de los precios del petróleo, de la búsqueda de alternativas energéticas, de los avances científicos y tecnológicos, -particularmente los que afectan las fuentes de la vida y su transmisión-, de la creación de nuevas redes de comunicación planetaria y de la conformación de nuevos bloques de integración regional.

Como pastores de la Iglesia nos acercamos a estas realidades globales para evaluar su impacto en la vida de nuestro pueblo y para descubrir los signos de los tiempos, por medio de los cuales Dios nos llama a contribuir con su hijo Jesús en la edificación de su Reino. Como ministros y servidores de la Iglesia, queremos ayudar a los miembros del pueblo de Dios a asumir con responsabilidad y conciencia los retos del siglo XXI, a producir frutos de conversión y cumplir con mayor fidelidad y alegría sus respectivas vocaciones.

Es innegable que en estos años se han producido transformaciones importantes en el pueblo venezolano. Hay una mayor conciencia en los sectores populares, campesinos y en las naciones indígenas sobre sus necesidades, sus derechos fundamentales y las formas de organización más adecuadas para formular demandas y presentar proyectos.

Las amplias posibilidades de participación contempladas en la Constitución del 99, particularmente a través de los comicios electorales, ha permitido al pueblo tener más ingerencia en la toma de decisiones importantes para el rumbo del país y fortalecer su vocación democrática. Los sectores populares han tenido un acceso más directo a los beneficios de la renta petrolera a través de políticas sociales distributivas. Estas "Misiones" han favorecido, de alguna manera, la inclusión social y la elevación del poder de consumo mientras hemos tenido abundancia pero no han profesionalizado ni preparado el país para enfrentar la escasez.

2.2 - SITUACIONES ACUCIANTES

Sin lugar a dudas la inseguridad se ha transformado en el problema que más agobia a los venezolanos. Las pandillas de antisociales, los delincuentes armados y organizados se han adueñado de los espacios públicos, segando vidas, enlutando hogares, sembrando el terror y el miedo en los pobladores urbanos y rurales. La democracia no existe si no se garantiza el derecho sagrado a la vida, el derecho a la propiedad y el derecho a transitar libremente por el territorio, sin verse sometido al toque de queda impuesto por el hampa. La indefensión y la frustración colectiva han llevado en algunos casos a los acosados pobladores a hacer justicia por su propia cuenta.

Venezuela ha pasado a ser uno de los países más inseguros y violentos del mundo. En las zonas fronterizas los grupos irregulares, los narcotraficantes, los secuestradores, los sicarios, las bandas armadas se mueven y actúan con toda libertad sin que nadie ponga coto a sus desmanes. La violencia está acabando con la vida y con la paz de la población venezolana y no se percibe que las autoridades nacionales y regionales, las instituciones educativas y sociales, los organismos de inteligencia y de seguridad le estén dando a este grave problema la urgente atención que amerita.

Según informes de organismos de Derechos Humanos la violencia cercena cuatro derechos fundamentales de los venezolanos: el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, el derecho a la libertad de movimiento y de expresión y el derecho de acceso a la justicia. Hace un año, por ejemplo, fue asesinado al P. Daniel Orellana y aún no se ha incoado el juicio y los familiares han encontrado miles de obstáculos en sus gestiones para exigir justicia. El pueblo venezolano ha demostrado de manera persistente en estos últimos años su deseo de vivir pacíficamente dentro de un Estado Social de Derecho y Justicia. Debemos exigirles a nuestros gobernantes que ejerzan sus funciones y garanticen a los venezolanos el derecho primordial a la vida.

Preocupa también la excesiva dedicación de los gobernantes y líderes políticos, en general, a asegurar mayores cuotas de poder, descuidando la primera de sus funciones que es la de gobernar y resolver los graves problemas concretos que agobian la vida de los venezolanos como son entre otros: la violencia callejera, el desabastecimiento alimenticio, el descalabro de los hospitales, la mala calidad de la educación, la carencia de viviendas. Dejar de lado las necesidades fundamentales de la población para concentrarse en la búsqueda del poder político destruye el pueblo y siembra la anarquía social.

Las personas humanas son más importantes que las estructuras políticas. No se puede construir una democracia plural, inclusiva y respetuosa con insultos, descalificaciones, la siembra del odio y el cultivo de la violencia. Todos los venezolanos merecen respeto. Las autoridades tienen la obligación de crear las condiciones para que los habitantes de esta patria puedan vivir en paz, sin temor a ser descalificados por su forma de pensar.

Por tal motivo, la presidencia de esta Conferencia reprueba los insultos proferidos por el Primer Magistrado contra el Sr. Cardenal Jorge Urosa y otros miembros de la Iglesia. La Constitución nacional les garantiza a todos los ciudadanos y ciudadanas de este país el derecho de emitir libre y respetuosamente sus opiniones sin verse sometidos al escarnio público. Señor Cardenal, desde esta tribuna, en nombre de todos mis hermanos obispos, le manifiesto mi plena solidaridad y apoyo tanto a su persona como a la misión que con tanta dignidad lleva adelante en estos difíciles momentos.

Otro cáncer que pone en jaque la calidad y la salud de la vida democrática es la corrupción. No es un mal ni de hoy ni tampoco solo de Venezuela. Lo arrastramos desde hace décadas. Es un fenómeno conectado con la globalización económica. En nuestra patria ha alcanzado proporciones alarmantes debido, entre otros factores, a los ingentes ingresos producidos por el petróleo, el bajo nivel de consciencia ética de los dirigentes y empresarios, la falta de controles institucionales eficaces y la poca educación de la población para ejercer la contraloría social. Está presente en todas las esferas sociales. No conoce límites políticos ni geográficos. Está vinculada con el tráfico de estupefacientes, el reciclaje de dinero sucio, el comercio ilegal de armas, la compra de votos, el uso discrecional de los fondos del Estado y con diversas formas de criminalidad y de chantaje político. Aquellos que se apropian de los bienes de todos los venezolanos se enriquecen a costa de la pobreza de sus hermanos.

Se trata de un fenómeno que la Iglesia considera como un hecho muy grave. Combatirla exige la voluntad política del gobierno, la convocatoria de todas las voluntades, un mayor compromiso del Poder Moral, el fortalecimiento ético de las instituciones públicas y privadas. Los pastores de la Iglesia, como formadores natos de la consciencia moral de los cristianos, que son mayoría en este país, tenemos el deber de revisar a fondo nuestros programas religiosos y educativos, actualizarlos y emprender una catequesis mucho más incisiva.

Todos los cristianos debemos empeñarnos a fondo en la creación de un clima nacional de convivencia y de solidaridad. La convivencia es posible entre nosotros. Los pedagogos señalan cuatro factores fundamentales para que el ser humano sea capaz de relacionarse bien y de convivir: aprender a pensar relacionalmente, crecer en la asertividad social, desarrollar la inteligencia emocional y educar en valores morales. Para ser eficaz el programa educativo ha de incluir los cuatro elementos juntos. "Si uno de esos pilares falla, todo cae."

No permitamos que nos dominen las pasiones destructoras. Promovamos la resolución pacífica de los conflictos. Emprendamos programas de rehabilitación e inclusión social de los delincuentes y antisociales. Coloquemos la persona humana y sus derechos en el centro de todas nuestras instituciones, por encima del Estado y por encima de los grandes poderes económicos globalizados. Los derechos humanos son anteriores y superiores a cualquier institución social o ciudadana y no hay argumento político alguno que valga para someter al ser humano y transformarlo en un mero engranaje político o productivo, o en un esclavo del Estado y de sus líderes. Exijamos a nuestros gobernantes respeto para todos y el abandono definitivo en el debate político del recurso a la lucha de clases y a la violencia verbal.

Tomado de la página de la Conferencia Episcopal Venezolana


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