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Editorial
El Aragüeño
Nos amenaza la anomía social
"Honda preocupación" fue la expresión que utilizó la Conferencia Episcopal Venezolana" al referirse al grave problema de la inseguridad personal que sufrimos los venezolanos día a día. Esta preocupación fue recogida en el documento "Por la vida y la democracia" formulado durante el desarrollo de la XXXVIII Asamblea Extraordinaria Plenaria de este órgano de la Iglesia Católica venezolana. Los prelados se pronunciaron así sobre un tema tan escabroso y que enluta a las familias de manera regular.
Es importante que una institución tan seria y con tanto arraigo entre nuestra población como es la Iglesia Católica Apostólica y Romana, se pronuncie sobre el terrible asunto del desmadre de la delincuencia en Venezuela. Este fenómeno representa la disolución del estado venezolano en un área de indeclinable competencia como es el ejercicio de la violencia legítima y del uso de la fuerza para preservar el estado de derecho.
La masificación de los hechos delictivos en el fondo constituyen una trasgresión al monopolio del uso de las armas de fuego por parte del Estado y a su debida reglamentación en los casos que sea permitido el uso de este tipo de armas por parte de particulares.
Estamos viviendo una suerte de guerra civil no declarada. Estamos hablando de miles de personas que pierden sus vidas en hechos de sangre durante el año, sin que tal cosa pueda ser evitada o minimizada por las autoridades, sin duda constituye una inexcusable cesión de soberanía de parte del sector estatal hacia el hampa, tanto común como organizada.
Estamos hablando, nada más y nada menos de que muchos ciudadanos, ya sea individualmente o en bandas, dirimen sus diferencias en las calles a balazos a margen de toda nación de orden público y seguridad.
El grado de violencia que se percibe ya viene enrareciendo el ambiente en todas las órdenes de vida nacional. Se cambian o se ajustan a los hábitos de conducta: La gente no sale de noche o lo piensa mucho para hacerlo, los ciudadanos levantan murallas en sus casas, se cierran calles en las urbanizaciones, se enrejan las viviendas en las zonas populares, se comparte poco con el vecino, se sospecha de cualquier extraño, se desconfía del transeúnte, del muchacho de la esquina y hasta de la Policía. Es un ambiente de zozobra general que paraliza a los ciudadanos y hace que se desdibuje la noción de autoridad y cunda la desmoralización. En definitiva, es la peligrosa anomía social la que nos amenaza.
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