martes, 27 de octubre de 2009

Editorial Diario EL IMPULSO 27/10/2009 "Llegar al pasado"


El mandamás no sólo nos cree una manada fácil de someter. Además nos considera un hatajo de tarados.

No hay otra explicación. Eso de atribuir la catástrofe en el sector eléctrico al aumento en el consumo de energía es, además de simplista, una burla intolerable. Una falta de respeto a la inteligencia del venezolano, a su capacidad de razonar.

Si se sigue al pie de la letra esa engañosa lógica oficial, el desastre hospitalario se debe a que a la población se le ocurrió enfermarse más que antes, y contagiarse de epidemias que se creían erradicadas, verbigracia el paludismo. Según el desfachatado argumento del Gobierno, no hay viviendas disponibles porque ahora es mayor el número de parejas deseosas de formar un hogar. Las calles están vueltas un desastre como consecuencia de haber crecido el parque de vehículos en circulación. Y esta inseguridad opresiva de la cual sólo se salvan el hombre fuerte y su entorno, ¿qué otra cosa la pudo haber engendrado? ¡Es que hay demasiadas armas en las calles!

No, señor. En el trasfondo de todo este drama, de este caos nuestro de todos los días, está retratado de cuerpo entero el fracaso estruendoso de una delirante administración que despilfarró y distrajo en forma criminal una inmensa montaña de recursos, y quemó oportunidades estelares, que, para nuestra mayor desgracia, jamás volverán.

Ni las causas de los apagones que gracias al Socialismo del siglo XXI nos colocan en la lista de naciones cavernarias, son sólo el fenómeno climatológico de El Niño y el derroche (de los pitiyanquis, faltó decir), ni la solución, tampoco, es sacar de la manga otro ministerio. ¿Cuántos son ya? ¿25? ¿Recuerdan cuando el señor, en uno de sus solemnes desplantes dijo que le bastarían cinco o seis despachos ministeriales, para mandar con eficiencia?

¿Puede ser tan mudable la palabra de un gobernante, para colmo tan abundosa como infecunda, y aún así pretender que se le crea, que se le tome en serio, y, es más, que no se le contradiga, so pena de ir a parar a la cárcel? Está claro que esa salida burocrática apenas busca correr la arruga en el ámbito de la opinión pública, bajar la presión al menos por unas semanas, que ya se verá; y, sobre todo, crear la sensación de que ahora sí se tomará el toro por los cuernos. Así, alargando los problemas y sus soluciones, vamos para once largos años, perdidos, dígase de una vez; sumidos en la promesa, en un eterno recomenzar. En un inacabable proyecto de país que nunca se concreta, como no sea en los inocultables efectos de su ruina, de su inconcebible atraso.

Ya el comandante supremo decretará que se haga la luz, y la luz, es una orden, deberá hacerse. Chiste intragable, como odiosa, repulsiva, resultó la recomendación de acometer el aseo personal con el agua contenida en un vaso, o en una totuma. Y, ¿qué tal el desparpajo de exigir austeridad, desde el privilegio arrogante que ostentan los amos del poder, a quienes sólo les basta ponerle el ojo a una propiedad rentable, bien llevada durante generaciones enteras, para proceder a ocuparla, y, peor aún, malograrla?

¿Cómo puede pedirse austeridad a un país cuyo consumo de alimentos básicos cae en estos instantes con estrépito? Sólo el de sardina, por citar algún rubro, bajó 3,45% entre enero y agosto de este año. El atún, 10,91%. Los aceites, 8,83%

Cuanto hacía falta era previsión, racionalidad, sentido común, planificar a mediano y largo plazos, cortar la rochela ideológica. Sembrar. Abrir oportunidades, en vez de estrangularlas. Hacer más, hablar menos. Porque ésta, en fin de cuentas, es la consecuencia de tanto buscar inspiración en las nieblas de un pasado visto a retazos. Es la desgracia de obstinarse en gobernar con la mirada puesta en el
retrovisor de la historia. Al fin del camino, estamos llegando al pasado.




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